miércoles, 20 de abril de 2011

He pensado mucho, acerca del amor y sus desastres. Es un sentimiento raro. Aparece por sorpresa y sin avisar, sin molestarse tan siquiera en enviar un pequeño mensaje, algo que te haga mantener la guardia. Simplemente llega y arrasa todo a su paso. Te conviertes en una persona creyente, drogadicta y sobre todo, feliz. Porque para qué negarlo, el amor nos hace muy felices. Nos toma bajo su ala protectora y nos hace volar, nos hace experimentar las más bellas sensaciones, percibir los sonidos más alegres, vislumbrar la vida desde su punto más luminoso y sonreir al destino de forma positiva y sin temor. El amor nos hace fuertes. Pero es un lugar de contrapuntos. Por cada te quiero que nos regalan, corremos el riesgo de salir heridos. De perder nuestro propio corazón y esa ilusión que pusimos en aquellas palabras. A cada beso en los labios, le sigue un momento de celos, fundados o no, una mínima posibilidad de duda, de dolor. Las discusiones y los malentendidos pueden ocasionarnos muchos quebraderos de cabeza. Es un sentimiento grande, lleno de matices, lleno de locura. Amas y odias al mismo tiempo, perdonas y te vengas, sueñas y tienes miedo , luchas y eres vencido.
Pero firmemente creo, que todas esas cosas malas que el amor tiene, son fácilmente superadas , por esa sensación que nos invade el pecho cuando vemos a esa persona sonreír. Con un gesto tan liviano, el amor merece la pena.

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